Meses atrás hablábamos de la importancia del aislamiento térmico en los meses fríos del año. La gran mayoría de personas piensa que el aislamiento es algo que únicamente tiene sentido en invierno y asociamos el hecho de aislar con proteger del frío, olvidando que también protege del calor.
En múltiples ocasiones, hemos leído acerca de la importancia y del impacto positivo del aislamiento térmico en el bolsillo del consumidor y en el planeta. Por ello, esta vez reflexionamos acerca de las ventajas de recurrir al aislamiento en las épocas de más calor. Dejando a un lado los factores como la ubicación, la orientación, la altura, así como otras particularidades que influyen irremediablemente en la temperatura de una vivienda, existen cuatro ventajas muy extendidas por los expertos en materia.
Primeramente, llevar a cabo este tipo de obras en los meses de primavera y verano permite afrontar un invierno bien protegido y evitar esperas, pues los meses de calor son la época valle del sector del aislamiento. En segundo lugar, se evitan fugas aprovechando al máximo la energía destinada a climatizar la vivienda. En tercer lugar, si los elementos climatológicos como el frío y lluvias pueden dañar la fachada, el calor también lo hace y en este sentido, se gana una mayor durabilidad de las viviendas. Por último, un buen aislamiento es un paso adelante hacia las casas de consumo casi nulo o viviendas pasivas.
Para saber con certeza qué tipo de sistema o aislante térmico será mejor escoger, habrá que analizar previamente la vivienda y sus características. Tras ello, podremos decidir la mejor solución constructiva posible que, preferiblemente, sea también aliada del Código Técnico de la Edificación. Ahora más que nunca, el compromiso con el medioambiente es fundamental y los sistemas de aislamiento son la manera más eficiente de reducir las pérdidas de energía producidas tanto por calefacción como por refrigeración.